09 marzo 2007

Jorge Fernández Granados



















Mencionado por
Alejandro Tarrab
Inti García Santamaría

Menciona a
María Baranda
Cosme Álvarez
Marcos Davison
Claudia Posadas
Jair Cortés

Bio-bibliografía



Jorge Fernández Granados (DF, 1965). Ha publicado los libros de poesía La música de las esferas (Castillo, 1990), El arcángel ebrio (UNAM, 1992), Resurrección (Aldus, 1995), El cristal (ERA, 2000) y Los hábitos de la ceniza (Joaquín Mortiz, 2000); así como el volumen de cuentos El cartógrafo (CNCA, 1996) y La fábula del tiempo, antología de la obra poética de José Emilio Pacheco (ERA, 2005). Fue becario del Centro Mexicano de Escritores (1988) y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (1992 y 1997). Pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte desde 2001. Ha obtenido, entre otros, el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines (1995) y el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (2000).

correo electrónico
jfgranad@prodigy.net.mx



TATUAJES


las pieles tatuadas guardan una historia

cada tatuaje consigna un trazo oscuro que deja para siempre atrás el blanco delicado de la inocencia

pues la piel es un espacio anónimo que espera el primer estremecimiento la primera caricia la primera herida para recordarla

peculiar violenta o hermosa la piel es afín a la superficie vulnerable de un planeta: una acumulada y legible cicatriz que cuenta sus edades

porque la piel es delgada y distingue cada temperatura cada emoción cada señal que la atra-viesa

porque la piel es muda y única

las pieles tatuadas guardan una historia



CADA VER


cada ver

nudos ocultos de cuerpos mutilados en el amanecer del desierto donde pequeñas telarañas invaden con la certeza acumulada de la quietud sus cabellos sus párpados sus labios abiertos aún en la congelada y secreta palabra del instante frente a la muerte tan parecida al silencio de este páramo ahora que al caer la noche se llena de laboriosos insectos que brotan de las grietas del suelo y exploran esos cuerpos como si se tratara para ellos de un extraño meteoro que hubiera caído hace días en el desierto examinan con destreza el cir-cular espacio de aquel grito sin garganta

cada verdad

cuenta una historia inconclusa que persiste semienterrada en las dunas terrizas cuenta los huesos que interrumpen la arena en la orilla de la carretera a casas grandes los torturados vestigios de la mutilación de cuerpos jóvenes y flexibles repentinamente tomados por asalto borrados de la tierra y entrando sin voluntad sin anuencia en la región oscura de la destrucción cuenta el osario de la soledad que descompone este prehistórico sol del de-sierto una por una cuenta esas calcinadas formas de lo desaparecido

cada verdad es un ver

cuerpos fulgurantes en el lecho de un reseco río o de campos de algodón o de lomas de po-leo en la orilla de una urbe de inmigrantes y máquinas seriales para siempre detenidos en un hereditario gesto ante el encuentro con el último estamento del dolor como una pista del combatiente negro de humo en la punta de sus dedos azules restos de esmalte en sus uñas rotas sus manos atadas con sus propias agujetas su cuello casi de niña estrangulado ánimas ya si existe el ánima cuerpos en la tierra de los cuerpos inocultables costillares que esplenden descarnados como el fósforo bajo el fanal de la luna del eriazo y hablantes vértebras adolescentes aún vibrando bajo la quemada música del sueño

cada verdad es un cadáver

viviente en la memoria de los desenterradores los que diariamente rondan desde el crepús-culo hasta la madrugada en no oficiales vehículos en desvencijadas trocas o en cuadrillas a pie armados de una vara y una bolsa buscando en horas robadas al trabajo o al sueño disimulados vestigios no del todo desintegrados aún por el tiempo la podre y los animales piezas rotundas del rompecabezas de la prevaricación todos lo saben desperdigados en ciertos lugares recurrentes como la carretera a casas grandes o esos terrenos del margen los desenterradores que a diario persisten sin recompensa civiles laboriosos como los in-sectos del desierto que no duermen peinando las afueras de la ciudad con el único deseo de no hallar esta jornada tampoco un arete una pulsera un jirón de ropa cualquier objeto que dé aviso de otro nuevo descubrimiento

cada verdad es un cadáver de eva

que a pesar de todo comienza su accidentada emersión como esfera de aire en la hondura del agua y parece decir en ese demorado ascenso en ese zigzagueante trayecto de la as-fixia oye el rumor bajo este engañoso silencio oye la tempestad que rojamente escribe ciertos nombres en los muros oye la mutilada multitud que va buscando cada noche sus huellas en el polvo para volver a caminarlas y volver a caminarlas hasta que se cierre el gran círculo de las sacrificadas oye la repetida la impune la numerosa estrategia de la muerte con la que se ocultan oficiosamente esas mismas huellas evidentes oye subir poco a poco estos cuerpos a la superficie calcinada del desierto de chihuahua como el mar tar-de o temprano arroja a la tierra los delicados objetos de un naufragio

cada verdad es un cadáver de evaporable luz


CREDO


nunca
nunca tiene sentido
nunca tiene sentido esa descarga
nunca tiene sentido esa descarga de fuerza
nunca tiene sentido esa descarga desigual de fuerza
nunca tiene sentido esa descarga desigual y desesperada de fuerza
nunca tiene sentido esa fuerza desigual y desesperada
nunca tiene sentido esa desigualdad de la fuerza
nunca tiene sentido esa desigualdad
nunca la fuerza sin sentido
nunca la fuerza
nunca

8 comentarios:

Rodrigo Castillo dijo...

hola Jorge¡ gracoias por entrar a Las Elecciones Afectivas México. Tus poemas son de lo mejor¡
saludos¡¡

Anónimo dijo...

Rodrigo, al contrario: gracias a ti por este esfuerzo (electrónico-editorial) que, sin duda, acercará a muchos que no están tan lejos (pero no se han dado cuenta todavía).
Saludos.

Anónimo dijo...

En estas zonas de la poesía, (estos poemas como ejemplo), me siento como aquel que se interna en sitios desconocidos, descubriendo detenidamente, asombrándome lentamente, de las cosas que comienzo a ver. Cada Ver, es un poema que se alza de entre el polvo y hace de sus partículas el rompecabezas del decir, lo arma fina y acertadamente. Leerlo es contemplar la violenta forma de nuestro tiempo, la condición de toda frontera. Fernández Granados no sólo posee intuición poética, sino destreza verbal, estructura arquitectónica a prueba de sismos, aunque el sismo sea su alimento.

Anónimo dijo...

Tu comentario, Antonio, me revela a un lector atento e intuitivo: el lector ideal que uno espera ante textos como los aquí presentados. Agradezco mucho tus opiniones.

Anónimo dijo...

Agrego, a lo aquí ya comentado, que Cada Ver es un poema que establece una transgresión verbal a partir de un hecho de transgresión histórica y social: congruencia poética. Los terribles crímenes cometidos en la frontera (corte bilingüe y territorial de un mismo mundo) tienen su justa resonancia en este poema.
Como una continuación de Cada Ver, Credo es un motor, alimentado por la adición y posterior sustracción semántica. Presenciar el crecimiento de la vida y después advertir cómo se revierte ese crecimiento, es una breve pero duradera enseñanza que leo en este poema.
Un abrazo fraterno, Jorge.

Anónimo dijo...

Hola, Jair. Efectivamente, "Cada ver" busca ofrecerse como un monumento fúnebre. Un monumento fúnebre en una frontera que es también la de un lenguaje límite. Recibo con cariño tus agudas observaciones y te dejo, como siempre, un abrazo.

nohaypoema dijo...

Qué fuerte Jorge. el poema Cada Ver muestra una sintaxis hostilizada. Se han extraviado las marcas textuales, las pautas que harían asequible o explicitarían una lectura convencional. La erosión en la legibilidad del poema, ese cadáver de "evaporable luz", es en sí misma un registro de la borradura de los cuerpos, de los cuerpos evaporados en la frontera. los cuerpos en vida no pueden recuperarse, carecemos de lázaros, pero el poema puede devenir inscripción, marca que registre una cruz, una tachadura en el desierto. Nadie puede subir a cantar; el poema debería violentar el pacto que establecimos con el olvido.

Julio César Toledo dijo...

Jorge. Muchas gracias por escribirme. Dejo aquí, como me recomendaste mis cometarios sobre principio de incertidumbre. Abrazos.

Estimado Jorge. No tengo la certeza de que me recuerdes, igual me animo a escribirte: he terminado de leer, recién, Pirncipio de incertidumbre y (aunque algunos poemas ya los conocía) me ha dejado mudo, sin argumentos, confundido. Me ha dado una especie de comezón en el pecho, en la lengua; qué inquietante. La hechura (quién me creo yo para decirte a ti estas cosas) es redonda, acabadísima: poema en su acabado más exacto, me parece. Y adentro, en el núcleo de cada poema: poesía. Así, sin más. Confirmo que eres uno de los mejores oficiante de esta profesión. Gracias por eso.