mencionado por
Antonio Marts
menciona a
Coral Bracho
Luis Vicente de Aguinaga
Julián Herbert
Alejandro Ramírez Arballo
David Huerta
bio-bibliografía
Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de los IV Juegos Trigales del Valle del Yaqui (Premio Nacional de Poesía) en 1996, del Concurso del Libro Sonorense (Poesía) tanto en 1998 como 2003, del Premio Nacional de Poesía “Ramón López Velarde” en 2005, del X Premio Nacional de Poesía “Tijuana” 2006 y del Premio Nacional de Poesía “Efraín Huerta” (Guanajuato) en 2007. Es autor de los poemarios: Poesía nómada (UNISON, 1994), Ciclo del Can (Ediciones ‘El Zapo’, 1996), Los peces todos (ISC, 1997), Trapisonda (ISC, 1998), El fuego dormido (La Voz de Sonora, 2000), Piel de lo posible (en el volumen colectivo La piel del desierto, UNAM, Colección “El ala del tigre”, 2000), Superficie sucesiva (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2002), Díada (ISC, 2004), La luz abandonada (IMAC, 2007), Tonos de lo claro (Universidad Autónoma de Zacatecas, 2007) y Cantusar (2008). Aparece antologado en Raíz y canto (1997), Poetas de Tierra Adentro III (1997) y Alas de alacrán. Poesía contemporánea de Sonora (2006). Actualmente es reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco.
poética
Claro
Si este vacío
:::::::::(simple apariencia)
fuera un limpio rigor de polvo
:::::::::(cifra y voz)
insalvable
:::::::::(en la palabra),
de nada valdría
:::::::::(para el tiempo)
este mirar sin paz
:::::::::(que cunde)
de cara a la transparencia.
El fuego dormido (2000)
poemas
Mensaje
No mires lo que dejas en mi cuerpo.
No desoigas la lengua navegando tu nombre.
No sigas erguida en el centro de los gritos.
No dejes tu yacer de pan desnudo en el rumor de los ojos.
No permitas que el silencio se vuelva una canción que desciende.
No creas esa fibra suspendida para el beso del viento.
No despojes de azúcar la palabra que circunda el velamen de la noche.
No limpies el pálido resabio de sangre que cubre las fotografías.
No rompas la calma donde naces como un fruto olvidado.
No olvides la luz de la impureza.
No escuches lo que escribo.
No mires lo que dejas en mi cuerpo.
No desoigas la lengua navegando tu nombre.
No sigas erguida en el centro de los gritos.
No dejes tu yacer de pan desnudo en el rumor de los ojos.
No permitas que el silencio se vuelva una canción que desciende.
No creas esa fibra suspendida para el beso del viento.
No despojes de azúcar la palabra que circunda el velamen de la noche.
No limpies el pálido resabio de sangre que cubre las fotografías.
No rompas la calma donde naces como un fruto olvidado.
No olvides la luz de la impureza.
No escuches lo que escribo.
Díada (2004)
De otra parte
Sé que mi madre lavaría mi cuerpo si muriera
y pondría bajo el sol
las primeras palabras que dije
de modo que la luz
y un hambre de insectos
las volvieran otra cosa
(invisible)
con el paso de los días.
Llamaría por mi nombre
al árbol que trepaba cuando no usaba zapatos
o el limón más amargo
del primer junio que yo le faltara.
Tendería mis camisas por la noche
esperando que el viento
los gatos o la vieja lechuza blanca
(que anidaba en el dátil de un patio contiguo)
las llevaran a otro sitio.
Mordería el pan de diario
con la esperanza intacta de hacerlo sangrar.
Sabría que mi polvo
vale menos o lo mismo que esa tierra
levantada por tibios remolinos
frente al párpado cerrado de Dios.
Recordaría la vieja discusión que tuve
con el perro que vivió a unos metros de la casa
donde mi abuela celaba sus flores de durazno.
Arrojaría mis dibujos
al cesto de basura o la memoria de un pájaro.
Diría que una espina
le impuso en silencio un halo frío
a la débil ceremonia de poner la mesa para nadie.
Mi madre
–que verá en mis huesos la marca inútil de su sed–
sabría que trajo al mundo un cadáver
(indeciso y pobre)
que apenas supo estar para siempre en otra parte.
Tonos de lo claro (2007)
Frente al mar
La agonía frente al mar siempre es dichosa.
Francisco Hernández
Francisco Hernández
Oigo el eco disuelto de la arena
que cae
::::::::::como cualquier cosa
en el silencio.
No pido
::::::::::absolutamente nada.
Quiero
:::::::::sin embargo
una íntima frase que nadie recuerde
y cuya duración
:::::::::sea tu presencia.
La luz abandonada (2007)
9 comentarios:
Hola Ricardo, estuve alguna vez en una presentación de Tonos de lo claro y me pareció interesante la propuesta. Igual si es posible me gustaría contactar contigo por aquello de que me interesan la poesía y el periodismo, sobre todo en jalisco. Un gran saludo.
a mí desde siempre me encantó lo tuyo, desde que apareciste delante de mis ojos!! gracias por todo, ya lo sabes, se te quiere un buen...!! ya nos veremos luego para el intercambio de libros...
leticia cortés
No limpies el pálido resabio de sangre que cubre las fotografías.
saudadosos y cargados poemas los que escribe Solís.
Sólo puedo decir que tus poemas gustan mucho, y que me gustaría tener alguno de tus títulos entre manos.
Un saludo desde chiapas.
uuuuy qué acá, se me censuró el comentario pasado porque no soy poeta.
me parece prodigioso eso de los comentarios moderados en un blog de qué cosa? aaaaah, sí, de literatura. tsaaaa.
Gracias Josué Barrera, leí tu libro y me pareció muy bueno de verdad. Particularmente este poema que incluyes. Muy chingón tu trabajo. Saludos
Esse Lisso, un gusto saber que escribes como escribes todavía. Abrazo antes de la Cucapá.
Los amantes de Luzclarita
Querido Ito:
Tu madre, si le has mostrado el poema, debe seguir llorando de orgullo ...y supongo, también, porque 'escribes lo que escribes'...
Gracias por empecinarte en escribir.
Besos
Ricardo: Porque el polvo es polvo aquí y en todos los lugares, aún en esa silla donde tu cuerpo reposa.
Saludos desde Navojoa, Sonora.
Elia
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