20 julio 2007

Víctor García Vázquez














mencionado por
Rodrigo Castillo

menciona a
Alí Calderón
Gabriela Puente
Máximo Cerdio
Mario Calderón
José Vicente Anaya



bio-bibliografía

Víctor García Vázquez (Escuintla Chiapas, 1975).
Ha publicado los siguientes libros: uno de ensayo, Mujer de niebla (Premio Nacional de Ensayo 2001); dos libros de poesía: Raíces de tempestad, (Editorial Daga, 2001); Tejidos, Lunarena-BUAP (2003); y dos libros de texto: Taller de redacción I, Editorial Bookmart (2006) y Literatura Latinoamericana, MacGraw Hill (2007). Ha sido antologado en Puebla, la ira de Dios, (Secretaría de Cultura de Puebla, 1999), Espiral de los latidos: poesía joven de la zona centro del país (Fondo Regional para la Cultura –CONACULTA, 2002) y Sirenas y otros animales fabulosos: antología poética. (Poesía en el andén, 2006) En el libro de ensayos Aristas: acercamiento a la literatura mexicana, (BUAP, 2005).



Harta fonética (no arte poética)


La poesía pone a prueba nuestra terribilidad. Se pone a prueba frente al lenguaje, las ideas, la belleza, lo divino y lo humano. Doy al término terribilidad varios y absurdos significados. En primer lugar, la terribilidad es la habilidad de hacerse tierra, de convertirse en un espacio donde la fertilidad de lo imaginativo y lo lúdico instaure sus almácigos. Este hacerse tierra también es mostrarse, exponerse. (Tomo prestado de Heidegger el concepto de tierra para denotar “lo que aparece cerrándose a sí mismo”.) Mediante el poema –el verdadero catalizador de la experiencia poética- se da la patencia del hacerse tierra del poeta. En el espacio poemático exponemos nuestra individualidad con el objetivo de proyectarla hacia la Suma. Pero al mostrarnos, al hacer evidente nuestra dimensión ontológica y nuestra instauración estética, desgarramos la parte más oscura de nuestro ser. En el momento de poematizar un concepto, una imagen, un sentimiento o un sonido, lo estamos ocultando con las palabras: lo hacemos Tierra. La enunciación poética es la ocultación de la necesidad de comunicarnos con lo otro y con nosotros mismos. La habilidad de hacerse tierra consiste, pues, en poder camuflar con las palabras, y el espacio que estas generan, nuestra percepción del mundo; en vez de mostrarlo, lo ocultamos. Callamos hablando y viceversa.
En segundo lugar, la terribilidad es la debilidad experimentada frente al terror. La belleza, la verdad, lo divino, lo indecible, nos provocan terror; pero en vez de mantenernos alejados, nosotros mismos buscamos erizarnos con ese oscuro sentimiento. El terror invade la parte más débil y ambigua de nuestro ser: la sensibilidad poética. Para saciar nuestra sed ontológica caemos en la tentación de hacer poesía de eso que nos aterra. Lo terrible, lo terreno, en una palabra: el terror, nos seduce. Cada poema es un conjuro mediante el cual tratamos no de alejarnos sino de acercarnos al terror, de hacernos Uno con él. En este sentido, el trabajo del poeta consiste en convertir su debilidad frente al terror en una hierofanía: la manifestación de lo sagrado.
Habilidad de hacerse tierra y debilidad frente al terror: dos proyecciones del sujeto poético que tienen su origen en su terrible sensibilidad.
···



La poesía es un terrible absurdo; el poeta, un ingenuo terrorista.


POEMAS

Judas


El muñeco de Judas de mi infancia
no tenía cabeza
Se la quitaron mis hermanos a pedradas
Una vez quise colgarlo de las vigas
Pero el viejo lazo de ixtle se rompió
y al caer sonó como costal lleno de ropa.

Yo siempre lo cuidaba y lo quería como hermano menor
Mientras tuvo su cabeza
Le ponía a diario su cigarro en la boca seca
Esperaba a que terminara de consumirlo
luego le limpiaba cuidadosamente su camisa
le rascaba la espalda
y le soplaba la nuca
para amortiguarle el calor del trópico.

Le frotaba alcohol por todo el cuerpo
porque yo sabía que sufría de comezón
mas nunca intentó rascarse.

En las noches de lluvia y de tormenta
lo tapaba con sábanas o periódicos
Nunca dijo una sola palabra
porque ni en defensa propia abría la boca

Mis hermanos lo golpeaban a diario sin piedad
por odio por rencor por costumbre
Cuando le volaron la cabeza
ni siquiera se inmutó
No hizo gestos de dolor
No le causaban ira los insultos.

Y aunque cada día amanecía maltrecho
y descompuesto
nunca se atrevió a acusarlos conmigo
porque sabía que nada de eso era cierto

Ese muñeco de Judas fue siempre para mí
el ejemplo de la lealtad
y del fracaso
Él ha sido mi maestro más honesto
y cada día le rindo un homenaje.


(publicado en “Voces interiores”)



Tajos


(fragmentos)


1
Desgajo el brazo de mi madre
y en las vetas del muñón detecto
rasgos de una antigua civilización
vestigios de culturas simples y estrechas
ecos de una lengua sin escritura
ni posibilidad de traducirse.

La leña de sus huesos
muestra huellas de vegetales fósiles,
fauna marina convertida en piedra,
diminutos seres monstruosos
de una antigüedad incalculable.

Le arranco el corazón
se los destazo
y no me alcanza el tiempo
ni las manos
para atrapar los millones de cucarachas
que salen volando
porque no quieren revelarme sus secretos

Le machaco a pedradas la cabeza
y como pulpa de nuez exploro su cerebro
Nada encuentro:
pura bola de sebo con olor a intestinos
que se escurre de mis manos
y me salpica los zapatos.

Después tiro sus pellejos a la lumbre
Quiero ver si en el humo
encuentro una respuesta
No logro poner nada en claro
sólo que en la crepitación
escucho mis palabras y mi llanto.


2
A mi padre lo rebano a machetazos
golpeo con ira sobre sus huesos
su macerada piel
y el alambre de sus venas.
La luminosa hoja de metal rebota
pero no logra desastillar el cráneo
que se resiste como árbol viejo
a convertirse en nido de aves
o cueva de reptiles.


Tasco de un solo golpe sus extremidades
que se siguen moviendo
Se retuercen
retiemblan al contacto de la tierra
como cola de iguana mutilada
Los aporreo hasta que dejan de moverse
hasta que huesos y piel
son sólo un montón de sanguijuelas.

Hundo mis Dédalos
en el laberinto
de sus podridos intestinos
pero rápidamente los retiro
antes que los devoren los gusanos.

Mi padre con su figura de Venus de Milo
aún esboza una sonrisa.
Le taladro cada uno de los dientes
pero no pierde su gesto socarrón y altanero.


Le arrebato entonces
los dos puntos negros de su vista.
Se los arrojo a los zanates
y ellos los desgarran en las alturas
y en el líquido gelatinoso
que cae sobre mi camisa
logro leer mis nombres
y varios sinónimos
de la palabra




FRACASO


Arte poética

Torpe y trémulo el trote de mi penco
Siempre terco para saltar las trancas
Si fuera el Zaino de Agua Prieta
o al menos el Moro de Cumpas
yo podría galopar por las llanuras del poema.

Pero este triste y atarantado cuaco
sólo lo motivan las potrancas.
Si relincha es sólo por los estragos del estro
Si trisca sus cascos y zarandea sus tiesas crines
es porque presiente cerca el estampido de la recua.

Nunca ha llegado primero en las carreras
tampoco fue primor ni prodigio en exposiciones.
No conoce el oropel de los trofeos
Mas puede trajinar cuando le cargo leña
Sabe mi jamelgo que no es un carrusel la vida.


Yo trato siempre de motivarlo
Le trinco duro los ijares
Le trenzo las crines y le trozo la cola
para que nada le estorbe cuando trote
ni trastabille entre las piedras.
No le permito que se estrese o entristezca
aunque tenga que leerle romances o corridos de caballos.

Terco y torpe mi corcel de palo
Su único triunfo y entrega es el trote
Tomo entonces su rienda
y trotamos
trotamos
trotamos.


Mi muerte será como la de Patroclo:
anunciada por un treno de caballos.


Donde se continúa el tema del caballo


Debiera ser romance este soneto
sobretodo porque habla de un caballo;
pero permítanme encerrar mi bayo
en el corral de este primer cuarteto.

Es inusual, lo sé; es obsoleto.
Es torpe, incluso, esto que debrayo.
Ya no es el potro émulo del rayo:
hoy coches deportivos son el reto.

Mas yo seguiré montado en mi macho;
como lo hizo el de la triste figura.
Algunos se burlarán sin empacho,

al verme andando mi cabalgadura.
Yo frente a los soberbios no me agacho.
Prefiero cabalgar en mi locura.


(Poemas del libro Tajos, inédito)